miércoles, 22 de agosto de 2012

Sobre Escritos Póstumos - Jorge Luis Acha





ESCRITOS PÓSTUMOS VOLUMEN 1 – JORGE LUIS ACHA




ESCRITOS PÓSTUMOS VOLUMEN 1 – JORGE LUIS ACHA
ARGENTINA, 2012
TÍTULO ORIGINAL
ESCRITOS PÓSTUMOS VOLUMEN 1
AUTOR
JORGE LUIS ACHA
EDITORIAL
ALCIÓN EDITORA



Formas



“La línea de sol y sombra comienza a entrar por la puerta entreabierta del balcón. También entra la brisa del mediodía caluroso del verano ondulando la cortina blanca y transparente que cuelga como un estandarte de pureza cansado”.


De esta manera comienza el guión de San Michelín, uno de los tres incluidos por el escritor, aquí editor y prologuista, Gustavo Bernstein en este libro de Jorge Luis Acha, el primero de una anunciada serie de tres.


Una escritura atípica para un guión de cine; por un lado respetuosa de la estructura, las indicaciones de movimientos y, muy especialmente, espacios y colores, se preocupa al mismo tiempo por el valor poético de una escritura con autonomía literaria. Hay una discusión no saldada acerca de la validez literaria del guión; no es cuestión de entrar en ese debate. Acha escribía formas, materia dócil en sus manos plásticas, lista para ser imagen, de cine o de lienzo, las que también se leen con el interés y el placer de la buena literatura.


Jorge Luis Acha fue pintor, cineasta, docente y escritor. Tuvo una vida breve, cincuenta años (1946-1996) con comienzo y fin en un mismo lugar: Miramar. Murió, literalmente, caminando hacia el mar que, dicen, fue tan importante en su vida y su creación. En vida fue para muchos (me incluyo) un nombre remoto y prestigioso, director de tres largometrajes: Hábeas Corpus (1986), Standard(1989) y Mburucuyá (1992) y varios cortometrajes. Ninguna de esas películas tuvieron estreno comercial, apenas una exhibición en un ciclo de la Lugones y una revisión post mortem en el Bafici. Rodrigo Tarruella, que fue su amigo y propagador, consideraba Hábeas Corpus como una de las películas claves de la época.


Gustavo Bernstein fue otro de sus amigos cercanos, también alumno y discípulo. Esto queda claro en su prólogo, que en su extensión y profundidad tiene vocación de estudio integral de la obra y las ideas de Acha, una visión del mundo que se revela propia y fascinante. Bernstein postula que el 12 de octubre, fecha de la muerte de su maestro, no es una fecha azarosa sino parte de una revelación destinada a sus discípulos. El misterio del fin de la vida como una particular forma de concreción de un destino y una obra.


El eje de la preocupación de Acha, conforme lo recrea Bernstein, es América, su origen y presente, su condición mestiza y violenta, sus cosmovisiones originarias en una dialéctica permanente de choque y encuentro con la de los invasores europeos. En los tres guiones aquí editados, Homo Humus, Blancos y San Michelín, estas preocupaciones aparecen transparentes. Homo Humus fue la base de Mburucuyá –su último largometraje– por tanto el único cercano a la concreción en imágenes; es la épica cotidiana del viaje de los naturalistas Humboldt y Bompland a través del Orinoco para catalogar fauna y flora de este nuevo –para ellos– mundo. Un viaje emparentado a Herzog, en donde el punto de vista salta a menudo de los humanos nativos o europeos a los animales salvajes, como en Un maldito policía en Nueva Orleans. Las únicas certezas parecen provenir del mundo natural; Humboldt y Bompland procuran entender cada uno a su modo el nuevo ámbito; su presencia contamina de un modo involuntario la vida natural y humana del entorno. Una idea de la razón naufragando, engendrando pesadillas futuras parecen embeber el ámbito fascinante de esta historia.


Blancos recoge un aspecto lateral de la campaña del desierto: el General Villegas organizó para la expedición punitiva de Roca una tropilla de seis mil caballos blancos, una especie de tropa de elite que tuvo la extraña virtud de aterrorizar a los indios por su peculiar variedad cromática. Si el recuerdo de Herzog sobrevolaba Homo Humus, el Coppola de Apocalypse Now se emparienta –lo señala Bernstein– con la ficción histórica de Acha; el devenir de un grupo de soldados e indios por el desierto patagónico acompaña el de la caballada, una fuerza de la naturaleza contrapuesta a las fuerzas humanas empeñadas en su trágico viaje al corazón de los Andes.


Trágico también es el destino de la antropóloga Angélica, una de las protagonistas de San Michelín. Una fuerza de esa índole la arrastra con su atracción místico-erótica al ámbito de San Michelín, un santo pagano, un indígena del norte devenido en dueño de una gomería en La Boca, sede de sus ceremonias sacrificiales entre paganas y cristianas. Síntesis de la estética y el pensamiento de Acha, la historia del santo boliviano y la recatada antropóloga católica transcurre en un tiempo presente, que mezcla en una especie de síntesis final y deslumbrante todas las contradicciones del pasado de América y sus agonistas, presentes en las historias anteriores.


Termino la lectura de la obra de Acha lamentando no haberlo conocido, no haber accedido de primera mano a la originalidad de su pensamiento dueño de la palabra y el color. El único –y no es poco– testimonio que teníamos hasta ahora, era su participación en Cinéfilos a la intemperie, la película de Carlos Oscar García y Alfredo Slavutzky, a la que dominaba con el magnetismo de su presencia. Tenemos ahora el libro. Esperamos los restantes. Tal vez el destino de Jorge Acha se termine de perpetuar en estas páginas.



POR EDUARDO ROJAS