jueves, 8 de noviembre de 2012

Sobre Centro del Tiempo de José León Halac




El centro del tiempo
La lectura de un texto nos remite a particulares significados y a una modalidad de escritura. Es la creación que un autor referenció, representó, imaginó de un mundo que tiene determinados contornos, colores, formas, con habitantes que siente, viven, sueñan de determinadas maneras.
Ese mundo es el  creado por el autor.
Las palabras son el modo de traerlo hasta nosotros, los lectores. Y decimos, modo porque al acceder nosotros a ese mundo, le conferimos la textura de nuestra subjetividad. Lo incorporamos y lo hacemos casi nuestro.
Por eso son tan importantes y particulares los nacimientos de los libros, porque significan múltiples mundos imaginarios que comienzan a nacer…..en cada lector, en cada mirada, en cada lectura.
Hoy, José, nos invita una vez más, a compartir ese mundo  que es su texto.
Un texto que se llama El centro del tiempo.

Centro y tiempo son  palabras que definen  un universo simbólico determinado. 
Un universo ya delimitado, por delimitar, posible de delimitar.
Un universo entrevisto, propuesto, admitido en esa  posibilidad de la narrativa de ser contada y escuchada , de ser pronunciada y receptada, de ser escrita y ser leída, en esa espiral inacabable de  la escritura y la lectura.
Centro y tiempo, también,  como estructuras que recorren las posibilidades significativas de los relatos  que José  ha trabajado lenta y pacientemente en una peculiar trama narrativa.
Centro y tiempo, entonces, como el espacio donde podemos adentrarnos para convencernos una vez, de las infinitas posibilidades que tienen las palabras.

El centro metaforiza  lo primordial,  lo fundamental de los mundos y las cosas.
Su conocimiento supone  encontrar la comprensión de lo esencial, la prístina condición de lo existente, lo  no develado en la superficialidad de lo cotidiano y lo sensible.
Llegar al centro es ser totalmente  un hombre en el acceso a la sabiduría.

El tiempo simboliza la vida en su transcurso. El proceso de lo que ha sido, lo que está siendo, lo que podrá llegar a ser.
Apresar el tiempo es enfrentarse con  la desaparición y la muerte, es apostar contra la destrucción, contra la ausencia y el olvido. Es construir un refugio para poder seguir estando en la finitud de lo  corpóreo, en la infinitud de lo simbólico, en la permanencia singular de la memoria.

El centro del tiempo resume la consistencia de lo humano.
Representarlo es apostar a la posibilidad de las representaciones, a la inmaterialidad de lo poético, a la permanencia de historias que nos muestran. En definitiva, es asumir la conmiseración por la precariedad de nuestros mundos. 

José, nos propone un recorrido hasta ese centro desde el desbordado proceso que es el tiempo. Un recorrido paradójico que significa búsqueda pero también encuentro.
Un recorrido que propone y es la vez, logro. 
Esta ambigüedad  es lo que explica que deambule sobre lo ya dicho para volver a repetirlo, que proponga volver a incursionar sobre lecturas realizadas, que entremezcle relatos conocidos con otros relatos totalmente nuevos.
De ahí el sentido de esta Antología: como mirada reflexiva sobre historias ya contadas, pero también como mirada expectante  sobre relatos diferentes. Como una desmedida ambición de alcanzar el Centro del tiempo.

José apuesta a diseñar un caleidoscopio en el que se arman y desarman   Viajes, TravesíasExtravíosDesencuentros  en la condición permanente de Retornos.
Nos invita a jugar en esa apuesta.
Un caleidoscopio donde juegan los relatos no publicados conjuntamente con aquellos que ya conocíamos Nos indica un posible rumbo de lectura con esa llegada victoriosa  a la metáfora final sobre ese centro: el del tiempo

Por eso abordamos una imagen como forma de avance en la lectura, pero también de comprensión del recorrido.
Juan Salino comprime en sus historias, esa ambigüedad de la pertenencia y la ajenidad. Su vida es la  irrisoria secuencia de un relato que apela a la otredad pero también a la identificación. El protagonista es todo eso. Es una marca más en un rumbo hacia el centro ansiado, al centro por llegar.
Esa pequeña nouvelle como me atrevería a denominarlo, se organiza en siete fragmentos. Son los mundos de Juan Salino. Ese niño que mira las estrellas como posibilidad de adentrarse en el poder que tienen las estrellas de cambiar los destinos, de traer cosas nuevas que no existen en ese mundo inhóspito de los desposeídos y los solos. Por eso, Juan aprende a leer en la naturaleza los signos de los tiempos y los cambios. De ahí la primera amistad con un sapo. La identificación con la naturaleza.
Los restantes  fragmentos, ironizan sobre ese desajuste entre el protagonista y los sucesivos grupos de pertenencia: la familia, los amigos, el trabajo, la sociedad toda.
La soledad, la incomprensión, van tallando un Juan Salino que vuelve a esa primigenia identificación con la Naturaleza. Una identificación que supera la soledad misma de la muerte en las imágenes de las hormigas y del sapo alrededor de su tumba.
Un recorrido, pues cómo decíamos que finaliza en un centro. El de la vida misma de Juan Salino. Un recorrido circular que insiste en la demarcación de lo distinto, la separación de lo otro, de los otros, para ratificar la identificación con los valores de los hombres simples, de los hombres nobles. Por que eso es Juan Salino.  Un hombre puro.

 “El centro del tiempo” es el último relato.  
Es una  interpretación de la posibilidad de apresamiento de la creación.
Es una interpelación con que se cierra la lectura. 
Es una imagen que metaforiza  la infinita circularidad de la vida y que  propone la dualidad laberinto/ círculo para poder acceder al centro del tiempo.  
   
Y allí donde el silencio emerge  con este, el último relato, es cuando termina el recorrido 
Aparecen las certezas  que confirman la lectura en esa innata comprensión de las historias, en los sentidos descubiertos y aprendidos, en la sabiduría del  utópico convencimiento de la posibilidad y certeza que nos  confieren las palabras.
Llegamos, finalmente, a ese centro que es el tiempo.  
Hemos terminado la lectura
Ahora empiezan a circular infinitos mundos de lectores.
Los lectores de nuestro amigo, José.  

María Paulinelli