lunes, 1 de septiembre de 2014

Nota sobre la poesía de María Malusardi, por Paulina Vinderman

por PAULINA VINDERMAN [mediaisla

Maria 
Malusardi nos conmueve, nos estremece, nos hace cómplices de sus carámbanos filosos que queman en las manos y nos interpelan [...] esplendor de una poética que brilla con luz propia dentro de la poesía argentina contemporánea.
El dolor se enamora de las palabras porque las necesita, escribí hace tiempo. Una frase que se ajusta con precisión a la poesía de Malusardi, lacerada, lacerante.
Ese dolor que se reitera con bella lucidez en cada uno de sus libros es, claro, el de vivencia existencial pero también, el horror del mundo y de sus víctimas.
La muerte, la infancia, la soledad, la tragedia, son sus obsesiones.
En su libro Diálogo con pescadores la muerte es identificada con la ausencia, más que con la finitud. Ausencia convertida en un lugar de estupor, de extrañeza; de una soledad en un escenario que antes estuvo compartido o poblado.  M.M. pregunta una y otra vez “¿por qué te fuiste?” a un interlocutor que se hace múltiple: amor, amores, pérdidas: “perderte luego encontrarte luego perderte…”
La voz lírica, a veces perpleja, es la de la mujer en la playa enfrentada a un mar mudo, a pescadores ocupados en sus asuntos y que regresarán a “una mujer triste atareada en la escama”. M.M se confabula con ella en el tic tac desesperado en la espera: “¿fui esa mujer triste atareada en la escama?”
“La poesía habla a la herida inmediata”, escribió John Berger, agregando: “la poesía no puede reparar ninguna pérdida pero desafía al espacio que separa; reúne lo que ha sido desperdigado”. Por eso Malusardi confía en el poema como punto de cita: “debo seguir en la herida (diálogo con pescadores) avanzar la escritura (diálogo con pescadores)…”
La segunda parte de ese libro es “Antígona o la derrota”.
María dice “Mi tragedia no es morir sino permanecer”. En este territorio, arenal que tiembla, Malusardi se une a Antígona en su deber hacia los que ama, pero su destino es sobrevivir: una tragedia callada y la memoria que arde (en definitiva, la poesía).
Es en este texto donde imprime su lema: “El poema rehace mi existencia incompleta”.
Maria malusardi. Artista del trapecioEn Trilogía de la tristeza, los interlocutores son escritores reconocidos y admirados, que llevan el tatuaje de esa palabra: Por el horror de su experiencia límite en los dos primeros casos, por el exilio y orfandad en el último: Imre Kertész, Paul Celan y Franz Kafka.
María funde su soledad en esas soledades, incorpora su propio vagoncito de tristeza por la pérdida, atributo de toda melancolía.
Su estilo —su lapicito— es más ajustado que nunca a su conjuro. Mosaicos dibujados en la página, fragmentados y pegados después con su argamasa sin puntuación, que acentúa la urgencia del monólogo interior; así los pájaros extraviados del dolor pueden quedar atrapados en la blancura del papel.
“La muerte es la raza del poema”, afirma. Aparente paradoja, porque la poesía toca la muerte al tocar la vida en profundidad, en su precioso testimonio.
El zurcido de las relaciones familiares (siempre precario) y las heridas de infancia, son escenificados en “El orfanato”, donde M.M. fabula aglutinarse con otras niñas.
Metáfora del orfanato del mundo, Malusardi comprende y asume allí la escritura como mandato y deber.
Maria malusardi. museo de postalesArtista del trapecio es el título de su libro más reciente, bajo la advocación del cuento de Kafka.
Acá, la vida y la escritura son “un vacilar peligroso y un peligroso estar de pie” (Nietzsche dixit). El riesgo, la orilla, el borde, siempre alumbraron sus poemas pero ahora agrega un sabio plus: la fascinación humana por la caída, la seducción del vacío.
No sólo se trata de lograr el equilibrio sino de recuperar el habla después de la caída: la marca que el lenguaje nos deja y desde la cual podemos interrumpir el silencio, casi con culpa. Ese viaje hacia el origen que el poema siempre intenta.
Malusardi nos conmueve, nos estremece, nos hace cómplices de sus carámbanos filosos que queman en las manos y nos interpelan.
Autenticidad, certeza, esplendor de una poética que brilla con luz propia dentro de la poesía argentina contemporánea.
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PAULINA VINDERMAN, Poeta y traductora; nació en 1944 en Buenos Aires, ciudad donde reside. Publicó los siguientes libros de poesía: Los espejos y los puentes (1978), La otra ciudad (1980), La mirada de los héroes (1982), La balada de Cordelia (1984), Rojo junio (1988), Escalera de incendio (1994), Bulgaria (1998),El muelle (2003), Cónsul honoraria, antología personal (2003), Hospital de veteranos (2006), Bote Negro(2010) y La epigrafista (2012).